
Joy es exactamente eso, un perfecto álbum de indie-pop que bien podría haber salido en 1988 y llevar desaparecido treinta años. La apertura con The Pleasure es una auténtica maravilla de pop clásico que podría venir firmada por The Go-Betweens y que me ha recordado al último disco de Simon Love, algo que también sucede con el epílogo Impossible Sound.
Pero con el segundo corte, Passing Place, sacan la personalidad del armario y se ponen en modo Talking Heads, no solo por la voz de su cantante que recuerda, si no por los guitarrazos y por los teclados un poco psicodélicos y ochenteros, algo que repiten en la más punk Throw it Up, I see Beauty o en Heading out, que suenan un poco a los Parquet Courts más pop y accesibles.
En Honey Bee, Best Quest y We Return, que tienen ese aire pop juvenil y desenfadado con guitarras, teclados y coros, siguen con su indie-pop sobresaliente y tienen un aire un poco más gamberro al más puro estilo BMX Bandits.
Resulta que Seazoo se han sacado de la manga uno de los mejores discos que he escuchado este año y sin grandes anuncios ni alardes, simplemente con dos cosas que funcionan: hacer buenas canciones y tener talento.
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