jueves, 6 de febrero de 2025

The Laughing Chimes

Estamos a jueves y es el primer paso que hago por el blog en toda la semana, así llevo de mal mis semanas laborales. Y, de hecho, el nuevo disco de The Laughing Chimes lo quería haber comentado el mismo viernes de la semana pasado, cuando salió, ya que lo estuve escuchando muchísimo (bueno, llevo así toda la semana).

Whispers in the Speech Machine es el segundo álbum de The Laughing Chimes, la banda de los hermanos Seurkamp, desde Ohio, Estados Unidos. La verdad, ya comenté aquí sus primeras canciones, su primer álbum y todos los EPs y adelantos que han hecho de este segundo trabajo. No necesitan presentación a estas alturas, pero sí es verdad, que su sonido ha crecido tanto que hay que detenerse un poco en ver cómo ha aumentado la banda con dos nuevos componentes y cómo han ido poniendo el foco en un jangle-pop más oscuro y ochentero al más puro estilo Echo & The Bunnymen o The Cure.

Por supuesto, las guitarras jangle de su primer trabajo, siguen existiendo, pero digamos que ahora se han fijado un poco más en esas bandas y sonidos oscuros de los ochenta y menos en los alegres y hippies riffs de los setenta. Por ejemplo, buena medida es la apertura con Atrophy donde sus guitarras siguen sonando a los grupos Flying Nun, pero se fijan más en bandas como The Church o, en la más lenta pero preciosa, Country Eidolism. Un gran acierto, en mi opinión, porque me encantan.

Por supuesto, aunque predominan las canciones oscuras como A promise to keep o Mudhouse Mansion, también tienen cortes más pop donde los teclados y las guitarras se unen para dejarnos canciones maravillosas. Ahí están He Never Finished the Thought, la tremenda Cars Go Watching o, lo mejor de este disco, que es High Beams. Hay ecos a los Cure más pop, a los primeros REM o a bandas como The Smiths o Northern Portrait, especialmente el final de High Beams.

Es un giro en su sonido que, sin perder la esencia del pop y los sonidos jangle, les siente como un guante. Ellos mismos reconocen que viviendo en la Ohio rural querían acercarse mucho más a lo que ven, esos pueblos fantasmas o la soledad de los que viven a los pies de los Montes Apalaches. Desde luego, que les ha salido un trabajo de lo más personal, bonito y lleno de talento.

En solo 8 canciones nos dejan uno de los mejores discos del año. Por supuesto, soy consciente que este cambio no les va a convertir en los más populares del gremio y que, probablemente, en lo comercial van a seguir básicamente siendo un grupo minoritario. No pasa nada, el talento y las buenas canciones, que es lo importante, ahí están.

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