Si soy sincero, la verdad es que Beach House, no es una de mis bandas predilectas. No me desagradan, en absoluto, pero tampoco es que me muera por ellos. Los de Baltimore han ido alternando trabajos muy buenos con otros no tan buenos y, al final, eso hace que vaya perdiendo interés en escucharlos. De hecho, desde el año 2015 cuando sacaron dos discos el mismo año (Thank you lucky stars y Depression cherry) no los había vuelto a escuchar y ya pensaba que no harían nada al nivel de aquel genial Bloom que les llevó a la fama.
Pero, por suerte, me equivocaba y en este 2018 han vuelto a escena con Seven que es un gran trabajo. La verdad es que, a ratos, han serenado ese dream-pop ensoñador y lo han hecho un poco más minimalista, lo cual les ha sentado muy bien.
Hace un tiempo, conocimos Dive el primer single que avanzaron y, para ser justos, tal vez sea la mejor canción del álbum, al menos la que más me recuerda a su época de Bloom. Pero a mí no ha sido la canción que más me ha gustado, y su vena más tranquila y acústica me ha terminado por encadilar en este Seven. Temas como Pay no mind, Lose your smile o Girl of the year me parecen tremendas, pero sobre todo es Drunk in LA la que me vuelve loco. Los sintetizadores misteriosos del principio, los susurros de voz y esa batería electrónica conforman un conjunto impresionante que se alza poderoso en el mejor estribillo que les ha salido en el disco. Todo se refuerza con una buena guitarra que aparece en el momento justo y esas frases de decadente amor alcohólico: On a hillside I remember I am loving losing life.
Sí, a Beach House les ha vuelto a salir un disco tremendo. Enhorabuena.
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