jueves, 21 de septiembre de 2017

The National

Resultado de imagen de the national sleep well beastNo recuerdo desde cuando soy absoluto seguidor de The National, desde 2009 seguro, cuando ya habían sacado Boxer (junto con Alligator, para mí, sus mejores discos). En diciembre de 2010 en la Brixton Academy de Londres los ví por primera vez en directo, ya con el High Violet en el mercado, en una noche de nieve y mucho frío que se me quedó grabada en las retinas.

Desde entonces, reconozco que es una banda que ha sabido manejar el éxito. No es fácil. Era una banda con un sonido lo-fi, a veces muy reposado, voces que susurran y una fuerza rítmica tremenda con unas baterías muy potentes. No es fácil triunfar con esa propuesta porque no van hacia un pop comercial o guitarrero. Pero con buenas canciones y mucha personalidad The National ahora encabezan festivales por todo el mundo y son un banda completamente consagrada.

Por eso, uno puede pensar que Matt Berninger y los gemelos Aaron y Bryce Dessner, tiran ahora de la fórmula que funciona y se acomodan en un su sonido para este nuevo álbum: Sleep well beast. Pues no. Ni mucho menos.

Tal vez el inicio pueda engañar porque Nobody else will be there y Day I die, suenan como siempre han sonado ellos. La primera es una preciosa balada lenta que empieza con precioso piano al estilo Fake Empire, y la segunda es un buen trallazo marca de la casa con potentes baterías y grandes melodías, al más puro estilo Mr. November. Tal vez lo mejor del álbum.

Pero este trabajo, es algo más escurridizo y complejo y eso bien lo demuestran cortes como Walk it back, I'll still destroy you, Sleep well beast o la obscura y guitarrera Turtleneck donde se ponen más punks que nunca. Temas donde están menos pop y menos reconocibles que nunca. Y también esa genial The system only dreams in total darkness, donde el riff de guitarra  aparece toda la canción de forma repetitiva como un eco lejano, aunque tiene ese toque personal de la banda de Ohio que la convierte en una gran canción.

A veces The National renuncian a sus cajas de ritmos y los guitarrazos y se valen solo de teclados para crear canciones maravillosas como esa preciosa balada que es Born to beg o la misteriosa Empire line donde baterías electrónicas y sintetizadores dan un algo dream-pop hasta que un teclado se impone en el estribillo.

Al final del disco sacan de nuevo todo su arsenal de pop lo-fi: ahí están esas geniales baladas marca de la casa que son Guilty party con sus veloces baterías, Carin at the liquor store que se vale de nuevo del piano para crear un tema precioso y que tal vez sea de lo mejor del disco, y también Dark side of the gym con esa voz susurrante de Berninger.

En definitiva, otro gran álbum de The National, donde nos vuelven a dejar una buena colección de temas, a veces sonando a ellos mismos o a veces actuando con más libertad. Pero teniendo siempre esa personalidad tan arraigada

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