lunes, 9 de mayo de 2022

Orville Peck

El viernes pasado era uno de esos viernes marcados en rojo en el calendario. En primer lugar porque acaban las clases del segundo cuatrimestre en los grados (todavía nos quedan las prácticas y los máster), tenía las defensas de TFG de mis estudiantes y, además, salían algunos discos interesantes como los de Belle & Sebastian, The Stroppies, Sunflower Beam, Warpaint o Hater y otros algo menos interesantes para mí como el nuevo de Arcade Fire.

Pero, antes de meterme esta semana a escuchar todos estos nuevos trabajos, quiero retomar un álbum que salió hace unas semanas y que he dejado reposar: Bronco de Orville Peck. Más allá del misterio sobre la personalidad del cantante enmascarado que nadie conoce, bueno en realidad todos los rumores apuntan hacia la misma persona así que poca duda queda, lo interesante de Orville Peck es los dos grandes discos que ha hecho hasta la fecha.

Particularmente interesante este Bronco, no tanto por su sonido que sigue esa línea americana clásica entre el rock, el country y el hillbilly, si no por el enorme esfuerzo que ha hecho con quince canciones donde encuentra espacio para explorar otros sonidos y estilos.

En realidad, cuando escucha este trabajo el rock clásico de cantantes como Elvis Presley o Chris Isaak se os vendrán a la cabeza y ahí encontramos cortes como Blush, Lafayette, Daytona Sand, Any Turn o la homónima Bronco. Aunque lo interesante de estas canciones no es tanto su sonido, como el hecho de que incluya en sus letras referencias hacia la dificultad y el estigma hacia la homosexualidad y las diferentes visiones que hay sobre la masculinidad. Algo que, particularmente, en el ámbito de la música americana country sigue siendo un tabú.

Estas temáticas donde se acerca a preocupaciones personales le permite también crear bonitas baladas armadas apenas con su voz grave, una línea de guitarra y una sencilla base rítmica como en City of Gold, Iris Rose donde entra una trompeta maravillosa y nos recuerda al Johnny Cash más clásico (algo similar sucede en Hexie Mountains) o en la obscura y bonita Kalahari Down donde entran unos violines y que es de los cortes menos comerciales del álbum pero uno de los que más me gusta. Eso sí, en esta línea destaca el final del álbum con la increíble All I can Say donde comparte voz con Bria Salmena, cantante country y con quien ya anunció una colaboración en forma de disco de versiones.

Eso sí, el punto álgido de este trabajo llega con esa maravilla que es C'mon baby, cry! donde nos habla de la masculinidad tóxica y ese estigma que tenemos los hombres cuando queremos llorar. Además, lo hace en clave northern soul y se acerca a los sonidos sesenteros de cantantes como Wilson Pickett u Otis Redding. Lo mejor del disco.

A pesar de su duración, no se hace un disco nada pesado, incluso si, como en mi caso, este tipo de música americana no es lo que sueles escuchar. Eso solo se consigue con muchísima calidad, como la que tiene Orville Peck.

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