martes, 9 de abril de 2024

Ride

Aunque el nuevo trabajo de Ride, Interplay, salió a finales de marzo lo cierto es que hasta ayer no lo había podido escuchar. Y es que han sido unas semanas de locura entre el Congreso que tuve en Castellón, la semana santa y luego el viaje por trabajo a Estrasburgo durante las Fiestas de Primavera (y que me hizo perderme el bando).

Pero, para mi sorpresa, este nuevo álbum está bastante bien (no esperaba gran cosa). Bien es verdad que en directo siguen siendo potentes y sus conciertos molan, pero tras la reunión de 2017 los discos había sido un poco irregulares (excepto Charm Assault pocas canciones tenían la pegada de los viejos tiempos).

Eso cambia en este trabajo, donde empiezan potentes con Peace Sign y Last Frontier. Una buena carta de presentación que se mantiene durante todo el disco en canciones como I came to see the wreck para seguir sacando las guitarras a pasear y unas buenas capas de distorsión

Aunque si algo destaca en este trabajo de Ride es que se adentran poco a poco en sonidos más sintéticos a través de los teclados (aparecen en casi todas las canciones) y eso es algo que a las baladas les sienta genial, como sucede en Sunrise Chaser, la bonita, Last night I went to dreamStay Free (con esos pianos) o Light in a Quiet Room que, con sus 6 minutos, tiene de todo, sintetizadores, pianos y un final apoteósico a base de guitarras, capas y distorsión. Esta canción tiene que ser tremenda en directo.

El disco tiene, lógicamente, sus altibajos (son doce canciones) pero la verdad es que hay cortes que se disfrutan mucho y donde volvemos a oír rugir a los mejores Ride cuando se acercan al pop. Por ejemplo en Portland Rocks o en Monaco, el single que avanzaron, recuerda mucho a grupos como Editors o Interpol, en esa mezcla entre el pop, el rock y los sonidos ochenteros de sintetizadores.

En definitiva, un muy buen álbum, con más pop y teclados, pero donde tampoco dejan de lado su lado más shoegazer y las guitarras potentes.

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