En 2017 o 2018 ya no me acuerdo me acerqué a su concierto en el Low Festival de Benidorm y fue una auténtica pasada. Rock, guitarras, pogo y mucho punk. Es verdad que la aceleración de sus dos primeros discos ha dejado paso a un punk más elaborado y con letras de crítica social mucho más duras (bueno, siempre lo fueron, pero son más conscientes de los problemas que aquejan a esta sociedad).
En Ahora destacan sus cortes que se acercan al pop con mayor claridad. Eso sí, sin renunciar a las guitarras aceleradas. Buen ejemplo son Las afinidades eléctricas, Agenda 2030 o el primer single que sacaron y que es uno de sus mejores cortes: El entusiasmo.
Algo similar ocurre con otras canciones de este disco que son sobresalientes y donde dan cera a todo el espectro de problemas que nos generan ansiedad. La falta de vivienda en El futuro sobre plano, la salud mental en Imaginación política, Benzodiazepinas o Lorazepam y plataformas o las horas y horas de trabajo para sobrevivir en un mundo cada vez más caro como hacen en la genial La gran renuncia donde se acercan a la new wave ochentera de bandas como Devo.
En ocasiones vuelven a acelerar como siempre: Réquiem por un rider. Aunque, cuando pisan el freno están mejor que nunca. Ahí encontramos la maravillosa Espejos de caos donde hablan bien a las claras de esas relaciones rotas que se mantienen por culpa de la precariedad porque solo se puede sobrevivir con dos sueldos juntos.
Pues así, a lo tonto a lo tonto, Biznaga han ido creando un repertorio de canciones tremendas y de buenos discos donde demuestran que son perfectamente capaces de juntar guitarras y conciencia social para llegar a grandes públicos. No en vano en los últimos conciertos que les he visto han llenado todas las salas donde han estado. Y yo que me alegro por ellos porque son buenísimos y se lo merecen.
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