No es la primera vez que hablo en el blog de The Reds, Pinks and Purples, el proyecto en solitario de Glenn Donaldson desde la bahía de San Francisco. Él mismo define este trabajo en su bandcamp como un proyecto de kitchen-pop, lo que viene a ser un reflejo de un pop DIY realizado en casa, pero no en la habitación si no desde la melancolía de la cocina que te atrapa.
You might be happy some day es básicamente un álbum desesperado (y desesperante) en sus letras y sus temáticas y es que, desde luego, la situación de pandemia y confinamiento se ve reflejada en estas canciones, desde la que le da título You might be happy some day a cortes como Forgotten names o Desperate parties.Esta tristeza impregna todo el disco y crea el escenario perfecto para las canciones. El inicio con Last summer in a rented room o canciones como Desperate parties me han recordado muchísimo a ese pop obscuro de raíces post-punk que han venido haciendo los rusos Motorama en sus últimos trabajos.
Eso sí, pese a la melancolía de las letras, no se olvida The Reds, Pinks and Purples de su maravilloso jangle-pop y esas obras de arte que salen de su guitarra: Forgotten names, Half-a-Shadow o Sex, Lies and therapy, con su maravilloso teclado, bien reflejan que el indie-pop de sus anteriores proyectos como los geniales Art Museums o Skygreen Leopards sigue estando más que vigente.
Quizás sea un disco que pase bastante desapercibido para la crítica y el gran público. Seguro. Quizas, también, sea el mejor disco que vaya a salir en todo el otoño. Así que ya sabéis para estos primeros días de frío: buen libro y The Reds, Pinks and Purples.
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