La artista norteamericana lleva ya unos años en esto, desde que formó Chairlift a principios de siglo, aunque es verdad que últimamente su papel ha sido más el de colaborar y crear material para gente como Blood Orange o Beyoncé (poca broma). Así, al menos yo, no tenía ninguna pista de por dónde iban sus tiros musicales últimamente.
Y aquí aparece este álbum que tira a partes iguales de pop comercial y cortes completamente esquivos. Encontramos un poco de todo, eso lo hace interesantísimo, aunque no sé si le ayudará a vender muchísimo (ojalá que sí, porque se lo merece y porque es un discazo). El disco comienza, de hecho, con Welcome to my island, una de las más explosivas del trabajo, donde el synth-pop rollo Molly Nilsson le sienta genial. Pero, aunque ese rollo es lo que más encontramos, tal y como se puede apreciar en la maravillosa I believe (tal vez lo mejor de este disco), no se estanca en este estilo. De hecho, acto seguido encontramos la soulful Pretty in possible o las más hip-hop Bunny is a rider (otro de los puntos fuertes de este álbum) y Smoke.
Sunset es toda una rareza de guitarras y ritmos mediterráneos que yo no sé de dónde se la ha sacado, pero que se completa con estrofas melódicas, coros etéreos, instrumentos de cuerdas, palmas flamencas y estribillos extraños al más puro estilo Bjork.
En el trabajo de Caroline Polachek encontramos, también, alguna colaboración como esa sintética y esquiva Fly to you con Grimes y Dido. Pero canciones obscuras y distantes también algunas en este elepé como la balada Butterfly net o, la final y más industrial, Billions.
La verdad es que este trabajo de Caroline Polachek es inclasificable. Y eso me encanta y lo hace interensantísimo, en mi opinión. Supongo que no se lo ha puesto fácil a las revistas especializadas y no sé si triunfará o pasará desapercibido. Lo que sí tengo claro es que es un disco buenísimo y que merece la pena enfrentarse a él porque solo se puede caer rendido.
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