jueves, 25 de junio de 2020

The National Honor Society

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Foto: cakeintherain206.com
En pleno confinamiento, en el mes de abril, comenté el primer single de la banda de Seattle The National Honor Society y ya me sorprendió entonces su sonido tan apegado el pop británico de los 80 y 90, hecho con una calidad increíble y que estaba en la línea del Manchester sound por todos lados.

El álbum, To all the glory we never had, sigue todos estos parámetros, pero mejorados. La verdad es que llevo ya unas semanas escuchándolo y cada vez saco de él más detalles. Por ejemplo ese inicio arrollador con Turn me on o Everybody lives and breathes donde sacan su lado más Oasis y recuerdan a esa época eléctrica de los hermanos Gallagher después de sacar The Masterplan, cuando arrasaban en los directos. Incluso, en un tema algo más reposado como The Occupation, suenan a Definitely maybe o a los últimos trabajos de grupos como DMA's.

Pero hay otras influencias que abunda, como ese pop ochentero y elegante que recuerda a grupos de The Field Mice o The Smiths en temas como el single, First among the last que es una absoluta maravilla, en un corte muy Morrisey como Incredible, en Crystalize, otro de los grandes temas de este trabajo o en esa maravilla de pop que es Never gonna make it happen donde me han recordado a algunos discos de indie-pop recientes como Business of dreams o Devon Williams.

Pero, por cuadrar el círculo de sonido mancuniano, The National Honor Society se declaran abiertamente fans de The Stone Roses. Ya lo sabíamos porque la b-side de su primer single era, precisamente, una versión de Mersey Paradise del grupo de Ian Brown. Pero es que en el disco también aparece canciones que recuerdan a ellos, sobre todo al final y con esa potencia guitarrera tan característica como en When we ruled the school o la final Stand down.

Seguro que se convierte en banda sonora del verano en los viajes a deshoras a la playa para no coincidir con nadie.

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